Sin el chivo y sin el mecate. La expresión popular sirve para describir la situación de Omar Vizquel, quien, en procura de una mejor oferta, prefirió dejar pasar la que le hizo un equipo de Grandes Ligas, y ahora, transcurridas unas semanas, no llegó la una ni tiene la otra. “Yo me equivoqué”, le confesó al periodista César Augusto Márquez de Líder. “El equipo que me había hecho el ofrecimiento pactó con otros peloteros y eso dificulta ahora la situación” explicó el caraqueño, que prefirió mantener en reserva el nombre de esa organización con la que todavía, aunque sin ninguna posibilidad concreta, negocia.
.272 de promedio al bate, 2.841 imparables, 401 bases estafadas, 1.432 carreras anotadas. 11 Guantes de Oro, tres apariciones en el Juego de las Estrellas, dos idas a la Serie Mundial. Eso es parte de los números y méritos que Vizquel ha acumulado a lo largo de su carrera. Números extraordinarios que puede que seduzcan a los periodistas de la Asociación de Cronistas del Béisbol de Norteamérica cuando de votar su ingreso al Salón de la Fama se trate, pero que poco atraen actualmente a los gerentes de los equipos, toda vez que Omar ya tiene 44 años y en abril cumple 45.
En 2007, cinco años y cuatro campañas atrás, fue la última vez que el torpedero jugó como pelotero regular. Desde entonces ha paseado por equipos y posiciones hasta convertirse en una especie de utility de apariciones cada vez más esporádicas. La campaña pasada vistió el uniforme de los Cachorros de Chicago, vio acción en 108 partidos –fue alineado en 58 de ellos- en los que tomó 167 turnos al bate y dejó un promedio de .251, con 8 remolcadas. Su contrato era por un año y no fue renovado.
De los patiblancos se despidió con un sabor agridulce, casi amargo: “En la parte final de la temporada me pusieron en la Unidad de Cuidados Intensivos. Cuando me alineaban salía y conectaba dos y hasta tres hits y al otro día volvía a la banca. Eso en verdad no lo entendí”, le dijo en octubre pasado a Edgar Leal de La Verdad.
Desde finales de la campaña pasada, la 23 de su carrera, Vizquel fue enfático al afirmar que quería jugar otra más. Y no por mero deseo o capricho, sino porque aún le quedaba gasolina, aún estaba en condiciones. “Me siento en plenas facultades para jugar un año más”, decía.
Durante estos meses, la rumorología ha hecho de las suyas en los mentideros del norte. Filis de Filadelfia, Azulejos de Toronto, Reales de Kansas City y hasta Mets de Nueva York han sido señalados –y luego, en algunos casos, desmentidos- como posibles destinos para el caraqueño.
Queda poco más de un mes para el inicio de los campos de entrenamiento. El tiempo pasa y el ansiado contrato no llega. Pero ya hay un plan B. Él mismo lo relevó en twitter: “Si no hay contrato no habrá otra opción sino empezar una nueva carrera. La de coach”. Probablemente con los Indios de Cleeveland, que, como le dijo a Leal, “están esperando que deje de jugar para convertirme en técnico”.
Esperar es la palabra clave. Espera él, esperan los Indios, esperan los fanáticos, esperan todos. ¿Será que a Vizquelito, a Manos de Seda, el de los 11 Guantes de oro y los dobleplays imposibles, no se le verá retirarse uniformado en el terreno de juego? ¿Será que el del 20 de septiembre de 2011, última vez que jugó con los Medias Blancas -conectó sencillo y doble-, fue en realidad su último juego como pelotero activo? ¿Será que ya le llegó el retiro y nadie, ni él mismo, se dio cuenta? ¿O fue que lo retiraron? A esperar se ha dicho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario