martes, 27 de julio de 2010

El Cardenal Urosa en la AN o de como entrenarse para un cónclave



Monseñor Jorge Liberato Cardenal Urosa Savino, para nombrarlo en perfecta jerga vaticana, todavía no ha vivido lo que es un cónclave. El último tuvo lugar en el año 2005 tras la muerte de Juan Pablo II y él recibió el birrete rojo y el anillo de oro en el primer consistorio de Benedicto XVI, el Papa saliente de ese cónclave. Sin embargo, a diferencia de los otros Cardenales ordenados junto a él, puede Su Eminencia decir que ya ha tenido una experiencia cercana al encierro draconiano que ordena la tradición para elegir al Obispo de Roma.

Ocurrió hoy en la Asamblea Nacional.

Respondiendo a las reiteradas y cordiales invitaciones –es solo un decir- hechas por la AN, el Cardenal acudió al hemiciclo a explicar cuáles eran las leyes allí elaboradas que violaban la constitución –los competentes diputados, sus autores, parece que ni se habían enterado que habían hecho leyes inconstitucionales-.

Media Venezuela estaba pendiente del hecho y de ambos lados querían saber qué iba a pasar. Pero miren uds., improbables e inexistentes lectores, que nadie contaba con las malas artes de la Asamblea. Convertida prácticamente en un templo de culto al Oscurantismo, en la sede del Poder Legislativo venezolano los canales privados de televisión tienen prohibido instalar microondas, esto es: transmitir en vivo. Así que no pudimos ver la llegada del Cardenal.

La esperanza era ANTV, una emisora pública de televisión –entiéndase: subsidiada con el dinero de mis impuestos y de los demás contribuyentes- que se dedica a transmitir las actividades que tienen cabida en el Palacio Federal Legislativo, pero que, haciendo gala de un sin igual sentido de la oportunidad, amén de un afinadísimo olfato para el rating, decidió quedarse en estudio y no pasar nada del debate, prometiendo hacerlo en diferido y editado, que es una manera eufemística de decir manipulado, sin que suene feo.

Así que sin transmisión en vivo, sin periodistas –todos estaban sentados afuera- y con par de guardias en la puerta transcurrió la “reunión”. Toda una oda a la censura, que bien hubiera emocionado hasta el llanto a Vitelio Reyes, director de la “Junta de Revisión y Examen de Prensa” de Pérez Jiménez.

Sin embargo, nadie contaba con la tecnología. Y he allí que dentro del selecto grupo de diputados se encontraba un trío de desertores del chavismo: Pastora Medina, Juan José Molina e Ismael García, todos bien equipados con twitter. Con una lamentable ortografía y una peor sintaxis, que todo hay que decirlo, pero con nobleza en la intención, los diputados vencieron la censura y entre galimatías y galimatías le informaron al mundo lo que allí acontecía.

Por medio de ellos nos enteramos que Cilia Flores le había negado la petición al Cardenal de que el evento fuera transmitido en vivo. Hecho más que significativo cuando se toma en cuenta que fue la prolífica matriarca de la AN –llegó a tener a 37 familiares trabajando allí- la que el pasado 21 de julio dijo, refiriéndose al Cardenal: “el pueblo quiere escuchar sus argumentos y pruebas (SIC)”. Lo que demuestra que coherencia y consistencia no son precisamente adjetivos que le vayan bien a la presidenta del legislativo.

¿Por qué se nos impidió a los venezolanos escuchar en vivo y directo a nuestro Cardenal? Roberto Malaver, a quien bien le viene aquello de “mejor caer en gracia que ser gracioso”, pretendió responder en twitter a la pregunta afirmando que: “No se trasmitió el Cardenal Urosa en la Asamblea, para evitar una vergüenza nacional como la de los estudiantes manos blancas.”. Argumento semejante al del gobierno de Corea del Norte –los totalitarismos se parecen- cuando ordenaba transmitir en diferido los partidos del mundial no fuera cosa que pasaran por la “vergüenza nacional” de jugar mal y perder.

Finalmente, pasadas unas cuantas horas, la encerrona llegó a su fin. Cilia y el Cardenal declararon a los medios. La primera, con una tranquilidad y un sosiego tan inusuales en ella que no hacían parecer descabellada la sospecha de un exorcismo dentro de la sala; y el segundo, con una firmeza encomiable –reiteró que socialismo marxista es comunismo y con eso no comulga el catolicismo- y, quizás, la satisfacción de saber que después de esa “reunión” ningún cónclave será lo suficientemente duro.

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