De los huelguistas de hambre tengo varias percepciones. Por un lado me parecen idiotas, por otro egocéntricos y por otro francamente admirables. Idiotas porque creen que una huelga de hambre puede ser un método de lucha, cuando luchar lo que implica es acción y nada más pasivo que sentarse a dejar de comer. Egocéntricos porque solo con un ego lo suficientemente inflamado es que se puede suponer que el mundo dejará de hacer lo que hace si tu no comes. Y admirables porque de verdad hay que tener coraje y creencias firmes para dejar de comer y poner en riesgo la vida por una idea o una causa.
Con todos sus defectos, los huelguistas son el último reducto de pureza y convicción en esta época de relatividad. Son el idealismo elevado a la idiocia, pero idealismo al fin. Quijotes de peor castellano que luchan contra totalitarismos inescrupulosos con la candidez del que ve en ellos molinos de viento. De allí que me originen sentimientos ambivalentes que se mueven entre la auténtica ternura que producen los equivocados de buena fe y la desesperanza que generan los que después de más de una década siguen sin entender nada. Pero también, y sobre todo, me suscitan respeto. Porque se juegan la vida por lo que creen sin hacerle daño a nadie.
Por eso lo de la parrillada psuvista frente a la sede de la OEA, donde se desarrollaba la huelga de hambre, cayó tan mal. Fue un acto absolutamente miserable que sirvió para dejar en evidencia la mendicidad moral, la ruindad de espíritu y la falta de principios de quienes la pretendieron hacer. Fue un acto cruel. De mala entraña, que dirían por allá en España.
En esa parrilla se condensó como pocas veces esa Venezuela que no quiero ni me gusta: la indolente, la que no respeta, la que se burla de todo y todos, la que no tiene límites, la que presume de la carne que come y la que cree que con un trozo de ella se pueden quebrantar voluntades y negociar principios. La que en definitiva carece de valores.
Y como ahora sufro de bloqueos, crisis de inspiración y demás cosas ridículas y snobistas -mea máxima culpa-, lo dejo hasta acá. Sé que a esto le faltan un par de párrafos para redondearlo, pero en fin...
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