El 9 de los
Yankees rompió anoche el record de Ruth
Roger
Maris: sólo pido respeto
En un franco diálogo el jardinero habla de lo que ha
sido esta temporada, su amistad con Mantle, la decisión del Comisionado, las
reacciones de los aficionados, entre otras cosas
Ezequiel
Abdala
Roger Maris se
ha dado una ducha y está sentado frente a su casillero. Es la única
persona que queda en el vestuario de los Yankees. Fuma pausadamente, en pose
reflexiva, con ambos codos sobre las rodillas y el cigarrillo en la mano
izquierda. Quien así lo viera no sospecharía ni remotamente que una hora antes
había ingresado por la puerta grande en la historia del béisbol al conectar su
jonrón número 61 y destronar así a Babe Ruth.
George Herman
Ruth, 'El Bambino', Babe, es omnipresente en el Yankee Stadium. Está en todas
partes. No en balde al monumental estadio de los Yankees lo conocen como
'la casa que Ruth construyó'. Allí revolucionó para siempre el juego. Allí dio buena
parte de sus 714 jonrones. Allí impuso el record que Roger Maris acaba de
romper.
'El record más
querido de Babe', así lo calificó su viuda hace días para echarle más leña a la
hoguera en la que prensa, autoridades y fanáticos han puesto a arder al 9 de
los Yankees. Los tabloides se han dedicado, un día sí y otro también, a
publicar comparaciones entre Maris y Ruth, entre Maris y Mantle, entre Maris y
cualquiera que lo deje mal parado. El comisionado Ford Frick, por adelantado,
ha ordenado ponerle un asterisco al record. Y los fanáticos han mostrado su
descontento con una antipática y lacerante indiferencia que se tradujo en un
Yankee Stadium semi vacío –sólo 23.000 puestos ocupados de los 50.000 disponibles–
en el juego de hoy.
No le perdonan
que sea él, el muchacho tranquilo venido de los campos de Dakota del Norte, y
no Mickey Mantle, el carismático, cosmopolita y querido Mickey Mantle, quien
rompa el record del ídolo Yankee por excelencia. No le perdonan su introversión
y su timidez. No le perdonan el acento
con resabios campesinos. No le perdonan su falta de don. No le perdonan, en
definitiva, que sea del tipo de persona que en el que quizás sea el día más
importante de su carrera, en lugar de estar celebrando a lo grande, como solo
se celebra en Nueva York, esté sentado solo en un dogout, meditando con el humo.
Al yo entrar,
Maris me mira con desconfianza. Sus ojos azules me escrutan con precisión y
reticencia. El semblante se torna adusto. Lo amarillo del cabello ayuda a
disimular algunos claros que confirman lo comentado en las columnas de prensa: lo
ha estado perdiendo a raudales. Tras unos largos segundos de tenso silencio,
finalmente cede. “No más de 20 minutos”, dice.
-Acabas de
romper un record que llevaba vigente 34 años. ¿Qué se siente ser el nuevo dueño
de la marca de más jonrones en una temporada?
-¿La verdad?
Nada. Sigo siendo exactamente el mismo que llegó acá en la mañana.
-Ruth dio sus 60 jonrones en 154 partidos, tú estás
dando el 61 en el juego 162 y por orden del Comisionado Frick le pondrán un
asterisco a la marca. ¿Qué tienes que decir al respeto?
- Una temporada es una temporada. Me parece ridículo. Pero en
realidad no me importa, qué hagan lo que quieran.
-Cuando en el 29 Ruth
rompió el record de jonrones de Williamson, lo hizo en 154 juegos y no en 113
como él, y nadie habló de asteriscos…
-…y eso estuvo bien. ¿Por qué habrían de ponerle un asterisco? Es
que no tiene sentido.
-Sin embargo a ti…
-…a mí es diferente. Yo no me llamo Babe Ruth.
-¿Qué quieres decir?
-¿Es que acaso no es evidente?
-¿Qué cosa?
-Oh, man. No te hagas, vamos.
-¿Hablas de favoritismo
hacia Ruth?
-No. Favoritismo no. Con él se hizo justicia. Lo rompió y se lo
dieron. Pero ahora yo lo rompo y me lo niegan. Le ponen un asterisco. Lo
rebajan.
-Rogers Hornsby salió de
su retiro para decir que tú “no tienes
derecho a romper el record de Ruth”
-Sí. Ahí está. “No tengo el derecho”. Es increíble, vamos.
-¿Por qué crees que dicen
eso?
-Porque Ruth es el jefe. Fue el más grande. Y todos piensan que no
estoy a su altura. Solo soy un necio
campesino de Dakota del Norte. Así me dijeron el otro día.
-¿Quién te lo dijo?
-Yo que sé. Alguien en la tribuna.
-La fanaticada ha sido
bastante dura contigo…
-No entiendo. Yo…yo sólo cumplo con mi deber. Trabajo duro,
entreno, hago todo porque el equipo gane. Y me odian.
-Quizás si te llamaras
Mickey Mantle…
-Hey, no. Sé por donde vienes: Mickey es un gran tipo. Es mi
hermano. Vivimos juntos en Queens.
-Pero en los tabloides
han dicho que están enemistados
-Basura. Todo eso es basura. Mickey llamó esta mañana para
desearme suerte. Quería que rompiera el record.
-Se dijo que entre
ustedes existía una gran tensión cuando ambos estaban a la caza del record
-¡Diablos! Si fue cuando más nos divertimos. La época del M&M y
todo eso. Mickey, ya lo digo, es un tipazo. No me pelearía nunca con él.
-¿Te ayudó tenerlo
bateando detrás de ti?
-Sí, supongo.
-¿Le quita eso mérito a
tus jonrones?
-No veo por qué.
-Un columnista insinuó
que la tuviste más fácil que otros…
-Oh, Dios. ¿Entonces tuvo menos mérito a Gherig por batear antes
que Ruth? Es absurdo.
-Hablemos de ese último turno
en Baltimore, en el juego 154 cuando estabas a un jonrón de empatar a Ruth sin
asterisco
-¿Qué quieres que te diga?
-Tu opinión sobre que
metieran a relevar a Hoyt Wilhelm cuando él nunca lanza con el marcador en
contra
-¿Qué puedo opinar? Decisión del mánager Richards
-Pero el propio Withey
Herzog, de los Orioles, dijo que no fue justo. “El juego ya estaba
prácticamente terminado, no había razón para usarlo” fueron sus palabras
-Herzog es una gran persona. Jugamos juntos en Kansas City y
respeto su opinión, pero es solo eso: su opinión
-¿La compartes?
-Ehh. Mira, yo lo vi como una lucha: la mía por romperlo, la de
ellos por evitar que lo rompiera. Que usaran su mejor arma para detenerme me
parece bien. Eso es todo.
-De Wilhelm le dijiste a
Life que era “último hombre que
quisieras ver en el mundo”, ahora dices que era la mejor arma para detenerte,
¿qué tiene el nudillista de los Orioles para inspirarte tanto respeto?
-¿Lo has visto lanzar? Esa bola de nudillos es imposible de batear.
Se mueve para todas partes. Es sencillamente demoledora.
-Hablemos del juego de
hoy. Tracy Stallar te dominó en el 1er inning, pero luego en el 4to la sacaste
del parque. ¿Cuál fue la clave del jonrón?
-Ehh…Él estaba por debajo en la cuenta, me lanzó la recta y
aproveché.
-¿Qué sentiste?
-Satisfacción.
-Sin embargo, corriste
las bases sin mucha emoción, con la cabeza baja incluso
-Siempre las corro igual.
-Pero este jonrón no era
igual a los anteriores
-No, claro. Pero no soy de andar emocionándome.
-Tus compañeros te
tuvieron que sacar casi a la fuerza del dogout para que recibieras los
aplausos…
-En verdad no me los esperaba
-Y sin embargo incluso te
aplaudieron de pie
-Sí, algunos, ¿pero cuántos había? Ni cuando jugaba con los
Atléticos de Kansas he visto tan vacío el estadio.
-¿Te afectó eso?
-Sí. No…ehh…quiero decir: ojalá todo fuera distinto. No que me
quieran. No. Eso no me hace falta. Pero que me respeten. Al menos eso. Creo que
me lo he ganado, ¿no?
Roger Maris
aplasta el tercer cigarrillo contra el cenicero, se para intempestivamente, se
acerca al casillero y de ese modo da por terminada la entrevista. Revisa
algunas cosas y se ausenta.
Me despido, se
voltea y me da la mano. “Buena suerte”, le digo. “La necesitaré”, responde.
Salgo del dogout y echo una última mirada a la curiosa escena: solo, en medio de
los sótanos de la casa construida por Ruth, está el hombre que acaba de romper
el record más codiciado del beisbol. Así, sin más. Como uno del montón.